Corren tiempos de restricciones, en España llegamos casi al año con el coronavirus merodeando nuestras vidas, trabajos y negocios. Vemos cada día más locales cerrados, persianas bajadas forzadamente y que en muchos casos no se volverán a subir.
Comentaba con un amigo que lo que está ocurriendo es ciencia ficción. Imaginábamos cómo reaccionaríamos si nos despertáramos de un coma de un año y nos contaran cómo es la nueva vida en las calles: vacías, gente con mascarilla, sin turismo y tristes. Están muy tristes.
Pero entrado en el tema, supongo que una de las respuestas sería: hazlo online. Y sí, claro que es válida, pero pienso sinceramente que el retail sigue vivo para la gran mayoría de las industrias, aunque las cosas estén cambiando o poniéndose en su sitio. Los consumidores seguimos ahí, de otra manera, pero ahí. Además, muchos se dan cuenta ahora, presionados a hacerlo, que vender online no es tan sencillo (ni barato), no es eso de poner una tienda online y ale, a vender.
Vender online es (será) cada vez más difícil y caro.
Voy a intentar dar unas pistas, las mías. Y luego, cuento una historia.
- Siempre empiezo por lo mismo: piensa dónde está tu consumidor. Dónde está la gran mayor parte del tiempo y dónde estará mañana si nos dejan libres, o si nos encierran más tiempo. No lo siento nada por los souvenirs de la Rambla de Barcelona que se quejan de que el barcelonés no va, te equivocaste.
- Escoge por instinto. Y hazlo cerca de negocios que siempre funcionen. Evidentemente depende de lo que quieras vender pero los que llevan años y nunca fallan son buenas referencias. Una pastelería, una peluquería, una ferretería o un bar de menú que sobreviva. Están ahí por algo y si llevan 10 años tendrán razones.
- Cuenta. Siéntate en el banco de enfrente del local, cuenta cuánta gente pasa, a qué horas y qué hacen.
- Ve a barrios. Las rutinas cambian, no vamos a la oficina, no queremos desplazamientos ni aglomeraciones. Queremos sentirnos seguros y probablemente volveremos al centro comercial y a las grandes tiendas, pero quiero pensar que muchos comportamientos, si los forzamos, quedarán para siempre. Seamos cercanos y pensemos en qué barrio nos funciona.
- El tamaño, importa. Por lo que pagas, claro está, pero por lo que ofreces. Escoge el local que cumpla con tus necesidades de hoy y de dentro de 12 meses, no más, lo justo que te comprometes en pagar con el contrato de alquiler.
- Busca buenos proveedores pero sobretodo agencias inmobiliarias y buenos dueños de locales. Es odioso pensar que muchos han puesto las cosas difíciles. De una crisis se sale juntos, colaborando. No hagas ningún negocio con nadie que no te vaya a entender y ayudar.
- Haz las cosas bien. Abrir una panadería que venda bocadillos baratos y malos solo porque hay mucho tráfico de gente ¡qué gran negocio fue!
- Sé tú y no un comercio frío y distante. El comercio pequeño se ha visto reforzado en muchos aspectos. Nos gusta más la tienda cercana, Carles de la carnicería y Jordi de la pescadería. Ir y comprarles nos costó un confinamiento, pero eso ya no se cambia.
- La experiencia es lo que importa más. Atiende, explica, digitaliza, crea la mejor experiencia en tu sector. Experiencia quiere decir servicio, quiere decir producto y quiere decir buen rollo.
- Hazte digital. Vende online pero entiende que ser digital es más que eso: crea tu tienda online, conéctala con la física y crea tu marca, aprende a usar todo los canales entendiendo qué te aporta cada uno y aprovéchalo. Quien no esté en “internet”, dejará de existir. Pero vender solo en internet (es) será difícil, cada vez más.
- Busca aliados, co-crea, colabora. ¿Debes abrir tú solo? Yo si compro queso quiero comprar pan, y vino. Y no, ponerte a hacer pan y vino no es una opción.
Piénsalo bien. Entiende en qué momento estás y decide si es mejor empezar online, empezar en retail o ambos a la vez. Todo cuesta dinero, lo que hagas, hazlo decidido. Pero que no te engañen, vender online no es siempre más barato.
Y la breve historia, que contaré con detalle en algún momento.
Una de las cosas que quería hacer en esta vida era abrir un restaurante. En 2017, lo hicimos con mi buen amigo Marcos, un restaurante/bar/bocatería, Pockets. En 2018 lo cerramos. Lo planteamos bien: teníamos claro a quién nos dirigíamos, qué íbamos a vender y porqué era atractivo. Estaba rico; así lo decían clientes y podéis comprobarlo todavía algunas redes sociales (Google, El tenedor…). Los números salían en Excel. 😉 Y en la vida real algunos: el coste de producción, el de personal, el ticket medio, pero no el número de pedidos. Y eso, es por la localización. Nos equivocamos, seguramente hicimos muchos más fallos, pero ese fue el principal. Cerramos. La ilusión nos hizo ir rápido y no acertar, nos equivocamos de local, seguramente no volvería a pasarnos.
Piensa global, sí, pero actúa local. Y bebe Dougall’s.
